Un mar de fueguitos...

"Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
—El mundo es eso —reveló—. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende."

Eduardo Galeano
( El mundo , de "El libro de los abrazos")

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domingo, 9 de mayo de 2010

SAN JUSTO.-

San Justo es una ciudad de aproximadamente 30.000 habitantes, también conocida cono “El Portón del Norte”. Está situada geográficamente a 100 kilómetros dirección Norte de la ciudad de Santa Fe, y se puede arribar a través de la RN Nº 11.


Cuenta la historia que Don Mariano Cabal, gobernador de la provincia de Santa Fe, en el período 1868/1871, fundó la Colonia San Justo el 6 de mayo de 1868, nombre impuesto en homenaje a su hijo mayor: Justo Cabal.

Las familias de inmigrantes de nacionalidad italiana, españoles, franceses, suizos y argentinos, que fueron los primeros agricultores en arribar al lugar, muy pronto tuvieron que desalojar la colonia por variadas razones: sequía, malas administraciones y la constante embestida de los naturales que no cejaban en la lucha por lo que entendían legítimamente les pertenecía: la tierra.


En 1882, Simón de Iriondo, gobernador en los períodos 1871/74 y 1878/82, con otro contingente de inmigrantes, dispone el repoblamiento de la colonia abandonada tres años antes.


A partir de 1889, San Justo queda integrado a la red provincial ferroviaria al habilitarse su estación en el kilómetro 98,5 de la línea Santa Fe – Resistencia (provincia del Chaco) perteneciente al antiguo ferrocarril Santa Fe, luego ferrocarril Central Norte y hasta su desaparición total, denominado Gral. Manuel Belgrano.

La otra línea ferroviaria que atravesaba el departamento San Justo, era la que unía las ciudades de Santa Fe con La Quiaca (provincia de Jujuy), previo paso por San Cristóbal y Tostado.


EL “CARAMELERO” PÉREZ


Y como todo pueblo, aldea, barrio o ciudad pequeña, como nos ocupa la presente historia, siempre existe un personaje cuya figura resalta el paisaje diario de una comunidad. En San Justo esa figura es Don Alejandro Pérez, “el caramelero”, como se lo conoce popularmente.


Don Alejandro Pérez tiene 84 años y todos los días monta su bicicleta y pedaleando lento pero sin pausa, recorre las calles de su ciudad. Una de sus paradas principales, quizá su preferida, es la entrada a la Escuela de Educación Técnica Nº 277, Fray Francisco Castañeda, donde endulzó los días de varias generaciones.


Don Alejandro nació en la lejana “Castilla La Vieja” (España), y apenas tenía un año de vida cuando sus padres decidieron emigrar hacia Sudamérica. El destino elegido fue Paraguay. Cuenta Don Alejandro que, por razones de salud de su madre y por prescripción médica, viajaron a la Argentina. Los primeros años vivieron en Cabal, localidad muy cercana a San Justo, pero es en esta última donde se radicarán definitivamente.


Don Pérez –padre- era hachero, lo que se dice: trabajador de “monte adentro”. Desde muy pequeño Alejandro lo acompañaba en la dura tarea del manejo del hacha, y dicen parecía decidido a continuar los pasos laborales de su progenitor. Pero un inesperado infortunio hizo cambiar el rumbo de su vida para entrar en el oficio que sin dudas lo ha inmortalizado en vida en el recuerdo de varias generaciones de sanjustinos..


“Armé un cajón de madera y con una soga me lo colgué al cuello y salí a vender caramelos” cuenta orgullosamente Don Alejandro apoyado en su triciclo. “Fue en el año 1940, yo tenía 14 años y San Justo era muy chico y la mayoría de las calles eran de tierra”, recuerda el “Ángel del caramelo” como también lo llaman en su ciudad.


“Don Alejandro estaba en todos lados: en la plaza, en la esquina de la tienda “La Flor del Día” o a la salida de la misa siempre lo encontrábamos”, rememora Sandra Michea, directora de la Escuela de Educación Técnica, ex clienta de don Pérez.

“…además él es una persona sabia aunque no conozcamos cual es su nivel de escolaridad; es sabio por la experiencia de vida (…) y sigue el camino del buen consejo con la misma frescura e inocencia con que lo hacía con nuestras generaciones”.

“Por eso, esté en la vereda de la escuela o en cualquier otro lado, sabemos que es una mirada atenta para prevenir cualquier cosa que pueda dañar a nuestros chicos; don Alejandro Reúne en si muchos valores de esos que queremos destacar y rescatar para seguir trasmitiendo culturalmente”, precisó la señora directora.


En el mes de junio próximo, Don Pérez cumplirá 70 años vendiendo golosinas por las calles sanjustinas. A diferencia de los años inaugurales de su profesión, cuando salía con su pequeño cajoncito colgado al cuello, hoy el recorrido lo hace en un triciclo especialmente modificado y que perteneciera a un antiguo reparto del célebre hotel España.


Por allí anda don Alejandro… pedaleando lento pero sin pausa, su figura es inconfundible aunque a veces se pierda entre los chicos ávidos de golosinas salidos de cualquier parte. Su pintoresco atuendo de caramelero lo hace único: gorra blanca y chaqueta azul como el guardapolvo de los estudiantes de la técnica.


Y como dice Juan Daniel Rodríguez Primo, desde Italia,: A Pérez el cuento de la globalización le entró por un oído y le salió por el otro: “son toda macanas”, dice. A Pérez, como a todo mortal, también le llegó la vejez y desde hace un tiempo está viviendo “la edad de la razón”, como decían los griegos pero el viejo Pérez no se hace demasiados problemas porque sabe bien que siempre sobrevivirá el definitivo triunfo del espíritu.



GALERIA DE IMAGENES




Tres vistas frente del edificio Escuela de Educación Técnica Nº 277, Fray Francisco Castañeda, de la ciudad de San Justo.-


Don Alejandro, el caramelero Pérez, con su atuendo muy partcicular: gorra blanca con visera azúl y chaqueta del mismo color que el guardapolvo de los chicos de la escuela.


Muy buen surtido de golosinas



El cariño de los chicos, apenas iniciado el primer recreo


Foto en la cual se observa a don Alejandro posando junto a un amigo en una de sus paradas de otros tiempos. Gentileza de Juan Daniel Rodriguez Primo desde Lucca, Italia.-


También don Pérez fue músico. En la foto con su conjunto el cual le permitió visitar muchas pistas de baile en San Justo y localidades vecinas.



Dos vistas frente edificio ex estación ferroviaria

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Agradecimientos. A la Sra. Sandra Michea, Directora de la Escuela de Educación Técnica Nº 277, Fray Francisco Castañeda.También mi agradecimiento al personal docente y de la cocina de la Escuela.


Por una cuestión de “fe de erratas” en el post original, me vi en la obligación de editar nuevamente la nota, por tal motivo los dos comentarios que se habían publicado: Tia Elsa (Bs. As.) y David Carrascosa (Madrid) los agrego al pie de la presente. Muchas gracias.-


tia elsa dijo...


Como siempre tus historias llenas de relatos de vida, de gente sencilla que hizo el país, que volcó valores y afectos, Que lindo que los chicos quieran hasta el día de hoy a este caramelero lleno de dulzura. Besos tía Elsa.


8 de mayo de 2010 13:58

David Carrascosa dijo...


Me encanta ver las fotos que pones para ilustrar las entradas. De alguna manera, transmite la placidez de la vida de allá `por donde paras.

Un fuerte abrazo. Néstor!!

9 de mayo de 2010 02:19

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