Un mar de fueguitos...

"Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
—El mundo es eso —reveló—. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende."

Eduardo Galeano
( El mundo , de "El libro de los abrazos")

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miércoles, 5 de agosto de 2009

“EL DOLOR DE YA NO SER”

Como se puede leer en el libro “Análisis integral de la Provincia de Santa Fe”, Oroño es uno de los únicos casos en la provincia que responden a la supresión de una comuna…. Tal vez el más representativo, ya que después de 70 años de vigencia, dejo de tener efecto en el pueblo, el presidente comunal.

Fundado en 1873 por el que fuera gobernador de la provincia durante el período 1865-68, Dn Nicasio Oroño, el pueblo tuvo su comuna a partir del 16 de septiembre de 1886, mientras que su distrito ocupaba 43 kilómetros cuadrados. Sin embargo, por decreto del 7 de mayo de 1957, se dispuso la cancelación del ejercicio de dicha comuna, por lo que el pueblo pasó a jurisdicción de Gessler, distante 6 kilómetros al Norte.

También conspiró desfavorablemente para su desarrollo, la clausura de su servicio ferroviario, operada pocos años después, el cual correspondía al ramal Empalme San Carlos – Gálvez, del FF. C.C. Belgrano. Por lo tanto, Oroño ha pasado a ser un pueblo aislado, distante 65 km. de la ciudad de Santa Fe.

En la actualidad se pueden observar solo ruinas de lo que fue un pueblo pujante y cargado de esperanzas. La estación ferroviaria que marcaba el ritmo y la vida del pueblo; el molino harinero que recuerda un tiempo de infinitos trigales; callecitas mudas aún visibles aunque perdidas entre la maleza y la vegetación crecida anárquicamente a causa del olvido

La escuelita José de San Martín en silencio y abandonada; la capilla de 3 mts... por 5 mts., cerrada por los tiempos. Y los campos donde ya no se ve el lento desfile de las vacas rumbo a los tambos, y donde los montes desaparecieron bajo la sierra del hombre haciendo llanuras por donde se marchó la gente.

Todo es destrucción, olvido, silencio, tristeza. Como decir que ha quedado solo un(a) habitante que pasa sus días junto a su gato, sus dos perritos, un loro, su jardín y la huerta.
Doña Beba Odetti, con sus jóvenes 81 años recrea para nosotros la historia de su “viejo” Oroño que seguramente se esfumará con su muerte.

NUESTRA CONVERSACION CON DOÑA BEBA

Ya había entrado la noche cuando llegamos a su casa. Con una lamparita a kerosene en su mano (no hay servicio de energía eléctrica) doña beba nos invitó a pasar. Una vez en el interior de la casa, con la ayuda de “tito”, un compañero de la radio y de viaje en esta oportunidad, doña beba encendió el “sol de noche.” (Quienes alguna vez vivió en el campo sabe de lo que hablo).

Doña beba encendiendo el "sol de noche" con la ayuda de tito

Doña beba en plena conversación


_ ¿Doña beba, a que edad llegó Usted a Oroño?
_Bueno…yo llegué a Oroño cuando tenía 11 ó 12 años, fue en 1941 pero desde antes y desde el campo ya venía a la escuela.
_ ¿y qué recuerda del pueblo de aquellos años?
_ Que había mucha gente. Muchas casas y también negocios: almacenes de ramos generales, boliches, salón de bailes, panadería y también una botica (farmacia). Lo único que faltó siempre fue doctor por lo que teníamos que ir hasta el otro pueblo. Pero un día la gente se empezó a ir, desarmaba su casa y se iba a otros lugares en busca de trabajo.
_ ¿Qué hacía Usted y los demás chicos en el pueblo?
_ Bueno…íbamos a la escuela cuyo edificio ya no existe…ayudaba en mi casa y a veces con mis hermanos nos escapábamos a la estación a ver pasar el tren y el coche motor.


Doña beba y tito Rey, dos generaciones vivientes del "viejo" Oroño

_ ¿Cuántos alumnos eran en esa escuelita que ya no existe?
_ Eramos 35 alumnos aproximadamente.
_ ¿Eran de familia numerosa?
_ Mi padre, mi madre y 6 hermanos. Todos vivimos aquí aunque algunos luego de casarse se mudaron a otros lugares. Ahora quedamos solo tres. En Oroño quedé yo sola.
_ ¿A qué se dedicaba su padre?
_ El molino harinero era la fuente de trabajo más importante del pueblo por aquellos años. Mi abuelo transportaba la cosecha de trigo hacia el molino. Luego se incendió y quedó cerrado un tiempo. Volvió a trabajar y otra vez se incendió y nunca más abrió sus puertas. Tampoco se supo que pasó verdaderamente.
Además, había sido decretado monumento histórico y no sé porque se dejo abandonar tanto. Ha quedado reducido a escombros.
_ ¿Cómo es vivir hoy en Oroño?
_ Aquí no ha quedado nada. Las compras las hacemos en Gessler o Larrechea (dos pueblos vecinos). Hay que dejar que pasen las horas….
_ ¿Qué le encuentra de lindo a este lugar?
_ De lindo nada. (Risas) Pero estoy tan acostumbrada a todo que no me doy cuenta. Hace 32 años que murió mi esposo y siempre me quedé aquí.
_ ¿Cómo es un día suyo?
_ Bueno…me levanto a las 7 y media y casi no me doy cuanta del paso del tiempo. A veces se me hace corto el día. Tengo mi jardín, la huerta, los pajaritos que atender, algunas gallinas….

Y doña beba sigue hablando y recordando frente al grabador que da vueltas y vueltas mientras le saco algunas fotos sin antes acomodarse un poco su cabello. De tanto silencio y falta de un oído que la escuche, no se dejó nada que pudiera contar.
_ Doña beba, ¿Pensó alguna vez en irse?
_ No. Nunca. Yo nací en el campo muy cerca y desde muy pequeña que vivo aquí. Estoy hecha un poquito de cada rinconcito de este pueblo, de este lugar, y me siento parte de cada ladrillo de esta casa….por eso no me puedo ir. Me sacarán cuando me muera.

Nos despedimos y doña beba nos invita a regresar, compromiso que asumimos con tito que mucho le costó volver y encontrarse con esa historia que lo formó. Vi la alegría reflejada en el rostro de doña beba como también la emoción del amigo que se reencontraba con una parte de su pasado inolvidable.


GALERÍA DE FOTOS

Herramientas rurales abandonadas en medio de la maleza




Frente de lo que fue la casa paterna de Dn. Silvestre Begnis


Chimenea del molino harinero


Mi amigo y compañero de la radio "tito" Rey posando junto a Camilo, Fátima y Josefina. Sus hijos.


Vista de abajo de la chimenea del molino harinero



Dos vistas del frente de lo que queda del molino harinero


Una vista de las ruinas del edificio de la estación ferroviaria


La cruz de Patiño, un linyera muerto por el tren. En homenaje y recordación, Tito la emplazó hace más de 30 años. Arrumbrada todavía se conserva. Ambas fotos son un documento.


El agujero negro entre la maleza era una de las tantas calles de la traza del pueblo


Caminando entre la maleza en busca de lo que quedó de Oroño


La escuelita abandonada. Muchos años sin el ruido de los niños de antaño



Dos vistas de la capilla cerrada.


















3 comentarios:

  1. Divina Doña Beba!! y a la vez me apena, pensar que se puede enfermar, o pasarle algo, y tal vez nadie se entere no?... me impresiona, de que manera, ha quedado el lugar, es como si alguien hubiese llamdo a sus moradores, por algún motivo, y me pregunto? el éxodo habrá sido paulatino? de quienes son esas tierras que ocupaban los antiguos habitantes? nadie las cuida, las reclama...no tienen valor?
    Néstor muy buen trabajo!! gracias!

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  2. Cuánta tristeza por los pueblos que se pierden!! No puedo contener las lágrimas por tanta desolación donde antes hubo amor y trabajo. Ojalá no se permita sacar las ruinas, talar los árboles y los restos del alma de sus habitantes que se han ido obligados por la falta de trabajo y de las comodidades que da el progreso. Gracias doña Beba por quedarse, alguien tenía que quedar velando la historia de Oroño. Qué hermoso trabajo estás haciendo Néstor, no sabés cómo te envidio. Si recordamos los lugares donde transcurrió la vida, éstos nunca desaparecerán del todo. Pero se necesitan decisiones políticas para salvar los pueblos de caer bajo la soja.Si volvés algún día, dale un abrazo en mi nombre a Doña Beba por seguir siendo feliz en su lugar!

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  3. Hola Nestor, qué emoción leer tus post y ver las fotos, tienen tanto en común con mi pueblo...
    Y como dice Lydia de Peña Folclórica Los Lanceros, qué bueno que Doña Beba se haya quedado!

    Un abrazo y seguimos caminando y juntando historias!

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